Generó cierta irritación el pasado jueves en la cúpula militar cuando se convirtió en una certeza que Salvador Cienfuegos decidió sostener en el cargo al general León Trauwitz, jefe de seguridad de Pemex y principal señalado dentro del Ejército por la crisis de robo de combustible que azota a la paraestatal y que hace dos semanas devino en enfrentamientos entre militares y grupos criminales.

Cienfuegos habría defendido a Trauwitz bajo el argumento de que cómo los empleados de Pemex son cómplices del robo y la ordeña, es casi imposible ejecutar un plan de seguridad serio en refinerías y depósitos.  El robo de gasolina, según la Sedena, es imposible sin la plena colaboración interna ya que es preciso conocer a qué hora pasará el combustible por los dúctos, la presión, el tipo de producto que viaja y demás tecnicismos.

Pero la visión en los militares es inflexible: los detractores de la gestión de Trauwitz alegan que con el argumento de la complicidad interna todo el operativo de seguridad se ha relajado. Hay otros factores además. Por ejemplo el hecho de que Traowitz fue solo dos años coronel antes de que Enrique Peña Nieto firmara su ascenso a general brigadier. Por una cuestión de normas en los altos mandos se requiere pasar cuatro antes de ascender.

Un ascenso imparable para el militar que debe entenderse desde sus nexos con Felipe Calderón, de cuyo equipo de seguridad formó parte y de su cercanía al presidente Peña, a quien custodió desde la campaña presidencial del 2012 para luego desembarcar en la petrolera.

Trauwitz es maestro en seguridad nacional y ha estado al frente de zonas militares en dos ocasiones. Maneja recursos multimillonarios como jefe de seguridad de Pemex y eso también genera reproches. Hábil,  siempre sutil, siempre político, fue quien avaló la compra de un helicóptero Eurocopter que cuando no se usaba para temas de seguridad, funcionaba casi como taxi aéreo del entonces director general: Emilio Lozoya.