A Donald Trump le hacen falta triunfos. Hoy, desde el auditorio Manuel Artime de Little Havana, Miami, bautizado en honor a uno de los rebeldes de BahÃa de Cochinos, el mandatario anunció el regreso de algunas de las sanciones más significativas que Barack Obama retiró en la última etapa de su presidencia, poco antes de realizar una histórica visita a la Habana de tamaño real.
Con el formato de sus tradicionales actos de campaña, Trump volvió a su viejo estilo campechano y provocador, rodeado por cubanoamericanos que siguen viendo al régimen de los Castro con malos ojos, y que a través del senador Marco Rubio empujaron al presidente a retomar un tono de policÃa mundial ante la Cuba. "Con la ayuda de Dios, una Cuba libre es lo que pronto tendremos", aseguró el presidente.
Las nuevas polÃticas de Trump no acaban del todo con los cambios implementados por la administración Obama. Se conservan las medidas apoyadas por los cubanoamericanos de Miami, como que les permitan hacer visitas familiares ilimitadas a la isla o enviar dinero a sus parientes cubanos. Un importante sÃmbolo es que las embajadas que ambas naciones inauguraron el año pasado también se quedan.
Las sanciones que regresan, sin embargo, tendrán un impacto importante en la industria turÃstica cubana que esperaba en los próximos años explotar el gigantesco mercado norteamericano. Trump acabó con los viajes individuales de ciudadanos norteamericanos a la isla, aunque no retiró los permisos para viajes con motivos educativos, de gobierno, religiosos, o para temas sociales.
La administración va a restringir los negocios con la isla, particularmente aquellos que beneficien directamente al ejército cubano. Uno de los argumentos que los cubanoamericanos anticastristas impulsaron fue que la normalización y las relaciones comerciales con la isla beneficia directamente al ejército y al servicio de inteligencia cubano, que por supuesto fortalece al régimen.
El sector turÃstico, sobre todo, es controlado por las fuerzas armadas. La lógica de la administración anterior era que se trataba de dinero que finalmente beneficiarÃa también a los cubanos de a pie y les permitirá una mayor conexión con el resto del mundo.
A pesar del discurso y los festejos en la Pequeña Habana, las regulaciones no entrarán en efecto de inmediato. La Casa Blanca, de acuerdo a reportes anónimos, ha girado instrucciones para que en los siguientes 30 dÃas el Departamento del Tesoro y el de Comercio redacten nuevas directrices y regulaciones con base en lo que el presidente ordenó.
"Ahora nosotros tenemos las cartas", declaró Trump. "La relajación de restricciones de viaje y comercio de la administración anterior no ayudan al pueblo cubano. Sólo enriquecen al régimen cubano".
Sin embargo, no todos están de acuerdo. De entrada la Cámara de Comercio de Estados Unidos asegura que la relación entre el sector privado norteamericano y Cuba puede ser positiva para impulsar un cambio en la nación caribeña.
"Por desgracia", declaró Myron Brilliant, vicepresidente del organismo, "los movimientos de hoy de hecho van a limitar la posibilidad de cambio positivo en la isla y se corre el riesgo de ceder oportunidades de crecimiento a otros paÃses que, francamente, tal vez no compartan los intereses de Estados Unidos en una Cuba libre y democrática que respete los derechos humanos".
Los tropiezos de Trump han sido muchos. El fracaso del Trumpcare que actualmente agoniza en el Senado, la investigación Rusia y ahora otra que determinará si el presidente cometió obstrucción de la justicia... Las cifras de Trump, se supo el dÃa de su cumpleaños este miércoles, rozan el 37% de desaprobación.
El presidente intentó dibujar la decisión Cuba como una promesa de campaña cumplida; un triunfo, aunque sea irrelevante para la mayorÃa de la población norteamericana, a quienes el embargo contra Cuba o les da lo mismo o lo consideran un ridÃculo vestigio de la guerra frÃa.
"El año pasado prometà ser una voz contra la represión", exclamó Trump, "una voz por la libertad del pueblo cubano. Ustedes escucharon esa promesa, y aquà me tienen". Los asistentes se unieron en un grito que recordó los mejores momentos de la campaña del magnate: "¡U-S-A, U-S-A, U-S-A!".
A pesar de la retórica, lo cierto es que las nuevas medidas de Trump no contemplan castigar a aquellas compañÃas que ya tienen contratos y proyectos en marcha en la isla. Principalmente empresas hoteleras que ya invierten en Cuba no verán sus intereses afectados. De hecho, se seguirá permitiendo que aerolÃneas norteamericanas y cruceros lleguen a Cuba.
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