Las promesas realizadas por los emisarios de Andrés Manuel López Obrador sobre respetar los contratos de la reforma energética no están generando la confianza necesaria en el sector petrolero. Semanas atrás se realizó un encuentro a puertas cerradas en San Pedro Garza GarcÃa en el cual se detalló que la reforma se puede paralizar sin necesidad alguna de quebrar acuerdos. Basta con estirar las rondas de licitaciones y realizar una cada dos años y al mismo tiempo reorientar el plan de negocios de Pemex.
A pesar de las presentaciones de Alfonso Romo y Adrián RodrÃguez, los grandes capitanes del sector siguen viendo en riesgo a esta reforma. Los hombres de negocios además asumen que nadie en el entorno del ex jefe de gobierno capitalino tiene experiencia en un negocio inestable y volátil donde fortunas de cien años pueden perderse de un dÃa para el otro.
Debe decirse, existe además una concepción muy negativa desde el influyente Grupo Alfa, que viene de ganar campos en la última ronda con su unidad de negocios Newpek.
Espaciar las rondas para redefinir los campos a licitar es un costado del posible plan de AMLO que el empresariado rechaza porque harÃa que la reforma fuera menos interesante para actores internacionales que busquen asociarse con firmas mexicanas.
Reorientar el plan de Pemex hacia la construcción de refinerÃas también es un aspecto que no termina de ser aceptado por el sector al entender que se trata de una inversión que Pemex no está en condiciones de hacer mientras el valor del crudo se mantenga como está.
Hay una diferencia sustancial en las visiones. Para el equipo de AMLO el futuro energético de México es ser ser un productor de combustibles que compita con EU. Mientras que la visión empresaria es la de integrar los dos mercados lo más posible.
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