En la cena que Carlos Slim compartió en la propiedad de Donald Trump en Mar a Lago, en Florida, el entonces presidente electo se despachó fuerte contra The New York Times y los Sulzberger, la familia de la aristocracia de Nueva York que controla el periódico. Rápidamente, según el mismo contó a sus colaboradores, Slim emitió su mensaje habitual: que él en su vida ha pisado la redacción y que nada tiene que ver con los contenidos. El tema no avanzó de allí pero Slim entendió muy bien el mensaje.

A seis meses de iniciada la administración Trump el dueño  Carso sorprende vendiendo parte de sus acciones en la empresa de medios. El argumento de la compañía es que tras un gran reporte por parte del NYT, Slim se desprende de acciones para obtener el rédito de unos 10 millones de dólares. Una ganancia de peso muy relativo para alguien como Slim.

Y es que el ingeniero tiene muchos negocios en Estados Unidos. Desde su poder en Black Rock (el mayor administrados de fondos en el mundo, donde uno de sus hijos ocupa el board) hasta el sector telecom con la firma TracFone pasando por los medios, el cemento (Elementia) y tiendas minoristas. Como muchos empresarios con intereses, Slim habría tenido su aporte a la ceremonia de investidura de Trump.

En enero Slim era muy desconfiado de la capacidad del gobierno de Enrique Peña Nieto para llevar la relación bilateral y por eso buscó tender un puente con Trump. Una de las decisiones que asumió por esas fechas fue reducir su participación en el NYT.

Carso vendió 521 mil 500 acciones, una pequeña fracción de su participación total en el diario, agrega. De acuerdo con el documento de la SEC, 500 mil títulos fueron vendidos en 19.2589 dólares cada uno, y los restantes 21 mil 500 en 19.4857 dólares por acción. El precio de las acciones de The New York Times ha aumentado alrededor de 50 por ciento en el último año, señala Forbes. El ingeniero permanece como el inversor individual más fuerte del periódico ya que el valor de sus acciones vale en la actualidad unos 350 millones de dólares.

El movimiento ofrece interpretaciones en el sector telecom de EU donde aseguran que el gran efecto de la amistad del mexicano con el presidente es que se sigue demorando la autorización final para la fusión entre Time Warner y AT&T. Una fusión que cuando sea oficial tendrá repercusión directa en México y en los negocios de Telcel.

Actualmente los analistas consideran que es difícil que la fusión se resuelva en el corto plazo porque Trump aún guarda muchas reservas en contra de esta fusión, a la que también se opone Stephen Bannon, el consejero de la Casa Blanca.