Hubo un volantazo de último momento, como ocurre cuando en la ruta aparece una curva inesperada. López Obrador quería presentar a todos sus candidatos en el acto del 3 de septiembre en el Monumento a la Revolución. Empezar la campaña cuanto antes, no dar ventajas ni perder tiempo en internas.

No pudo. La definición de la candidatura en la Ciudad obligó a repensar su estrategia. La crítica interna de Ricardo Monreal presentó una amenaza real a la supremacía de Morena en ese bastión clave: la posible fuga de muchos liderazgos que también queden heridos por las definición de las postulaciones.

Ese fue, en rigor, el juego de Monreal: convertirse en el líder de los lastimados, de los desposeídos de candidaturas, de los "destratados por la nomenklatura", como les gusta decir a los asesores del delegado.

¿Cómo evitar, entonces, que desde las entrañas de Morena se arme una corrientes de díscolos? AMLO está convencido que demorando la selección de candidatos podrá congelar la rebelión. La explicación es sencilla: ahora, cuando se tome una decisión, ya se habrá ingresado en el período electoral que impuso el INE.

"Quiere decir que si alguno no fue elegido, y quiere irse con Monreal al Frente Amplio o como independiente, ya no podrá hacerlo, porque los podremos impugnar. Como le pasó a Ebrard en 2015. Si participaste en una interna, ya no puedes aspirar por otro partido", explicó un militante obradorista.

Pero hay algunas dudas sobre este plan. "El caso de Ebrard fue distinto, porque el PRD sí había hecho una convocatoria formal -reportada ante el INE- para definir a los diputados federales. Morena no hizo eso. De hecho, formalmente no está eligiendo candidato, sino coordinadores de organización", contradicen desde la Cuauhtémoc.

Lo cierto es que la incertidumbre crece entre los participantes de las ternas morenas. Posibles delegados, diputados locales, federales e incluso senadores no saben cuándo tendrán una confirmación oficial.