El número de 20 millones de votos para José Antonio Meade ya es parte de pasado. Esa era la meta que transmitía Aurelio Nuño. El nuevo dirigente del PRI René Juárez ahora habla de conquistar primero 15 millones, que sería el mínimo realista para asegurar la supervivencia del tricolor tras la presidencial.  

Según explica Juárez en diversos encuentros, con 15 millones de votos estaría asegurado el tercer lugar en San Lázaro y en el Senado. Algo más: si el presidente es Andrés Manuel López Obrador, Juárez estima que Anaya va a ser desplazado del PAN y que el PRI se podrá entender con la nueva dirigencia albiazul con lo cual la alianza sería un dique de contención a Morena. Pragmatismo puro ante un posible escenario negativo.

El nuevo dirigente tricolor recibió su primera encuesta desde que está al mando y el panorama en el Senado es duro: hasta el momento, el PRI estaría sacando los dos senadores en Chiapas, Campeche e Hidalgo. En la mayoría pelea el segundo puesto.

Esta idea de Juárez de buscar el mal menor tiene una traducción particular hacia Los Pinos donde ya el exitismo comienza a ser contrastado por una realidad más áspera. De no ganar las elecciones, ser un actor de gobernabilidad es lo que puede permitir evitar la marcha atrás de las reformas estructurales. El PRI debe ser protagonista siempre, aun del otro lado del mostrador.

La dinámica de Los Pinos comienza a mostrar además algunas alteraciones. Llamadas que no son respondidas por parte de operadores territoriales o que se atienden demasiado tarde, o el hecho de que el padre del candidato, Dionisio Meade, pareciera estar evitando ciertas reuniones que se demandan desde la cúpula.

O esa otra realidad de que los gobernadores del PRI entran en una dinámica en la cual muestran cierta distancia para con el candidato. Lo acompañan solo en algunos tramos de sus giras y evitan cualquier crítica contundente para quien lidera las encuestas. Postales de un nuevo clima político que en el tricolor despiertan una mezcla que va de la incredulidad a la desazón.