Narcotráfico
Radiografía del Cartel del Golfo, el grupo detrás de los narcobloqueos en Tamaulipas
Ochenta años de historia de este grupo, padre de Los Zetas y responsable de la escalada de violencia en México.

Para un mexicano la palabra “narco” viene cargada de una serie de significados y simbolismos poderosos. Narco: el individuo dedicado a alguna de las labores ligadas al tráfico de drogas recreativas. Narco: la industria que se dedica a la actividad de cultivar, cosechar, contrabandear o vender drogas ilegales. Narco: decapitados, muertos y desaparecidos.

Hasta hace unos años la palabra narco venía acompañada de cierto misticismo. Sí, el narcotraficante era un personaje peligroso, pero también era un rebelde y un romántico. Un empresario exitoso. Un Robin Hood con botas vaqueras. Se trataba (en el imaginario de muchos) de un oficio peligroso, pero no sanguinario ni necesariamente inhumano. No en México, por lo menos. Aquí los horrores de Medellín no habían llegado. Aquí no había civiles asesinados. Era un juego de policías y ladrones en el que los policías eran corruptos y los ladrones generaban empleos y construían caminos y escuelas. Y sí, metían toneladas de cocaína cada año a los Estados Unidos, pero “nadie es perfecto”, parecía responder gran parte de la sociedad mexicana.

Claro, había uno o dos (o cien) muertos de vez en cuando, pero nada que la sociedad no pudiera tragar. Nada serio. Lo más importante era que –de nuevo, en el imaginario- no había muertos inocentes. No había muertos que no se justificaran con una sacudida de mano y el inquisitivo “en qué estarían metidos” para condenar al occiso, sin importar qué tan inocente haya sido, al paraíso de los criminales; a departir junto a Pancho Villa y Jesús Malverde. El concepto de la víctima inocente no. En realidad durante los primeros años de la guerra contra el narco esta visión seguía prevaleciendo: “Si los mataron/levantaron, por algo será”. La negación puede ser la más poderosa de las armas, y el nuestro es un pueblo muy bien adiestrado en su uso. Hay que recordar que durante setenta años México vivió simultáneamente la dictadura de hierro de un partido, y la libertad de una democracia.

Supuesta foto de Juan Nepomuceno Guerra, el del sombrero. De píe su sobrino y heredero, Juan García Ábrego.

Hablar del Cártel del Golfo es hablar de la historia del crimen organizado en este país, y del cambio radical que sufrió la industria del narcotráfico mexicano, que ha sido pintado en gran medida por sus cabecillas. Se trata de una agrupación criminal que puede rastrear sus orígenes a la era de la prohibición en Estados Unidos y que en los últimos días volvió a ocupar las primeras planas de los diarios por la serie de Narcobloqueos que organizó, presuntamente en respuesta a la detención del capo José Tiburcio Hernández Fuentes, alias “El Gafe”.

Pero volvamos a los inicios. Reconociendo –como muchos empresarios de la época- que el noble experimento americano era una irrepetible oportunidad de negocios, un joven emprendedor de Tamaulipas llamado Juan Nepomuceno Guerra decidió contrabandear whisky de México a Estados Unidos para venderlo a pequeños Capones y Lucianos del otro lado de la línea.

En los años setenta la organización de Guerra, por iniciativa de su sobrino, empezó a contrabandear marihuana aprovechando las conexiones políticas que durante décadas habían construido y al control casi absoluto que tenían de la llamada frontera chica, la línea que divide Tamaulipas del estado de Texas. La ciudad que el cártel escogió como base de operaciones fue Matamoros, localidad vecina de Brownsville.

El reinado de Juan II

Es en esta época de la historia del cártel que Juan García Ábrego, sobrino del fundador, comenzó a influir en las operaciones del grupo, e introdujo una serie de innovaciones que lo convertirían en la primera empresa formal, hecha y derecha del narcotráfico mexicano.

Para los 80 García Ábrego rápidamente se dio cuenta que la cocaína era un negocio mucho más lucrativo que la marihuana y comenzó a mover grandes cantidades hacia Estados Unidos.

Como en muchos otros capítulos de la historia del Siglo XX, sin la intervención del gobierno de Estados Unidos muchas cosas no hubieran pasado. Los norteamericanos cerraron con fuerza la ruta que los colombianos habían utilizado hasta entonces para meter cocaína a través de las costas de Florida, lo que los obligó a acudir con los narcos mexicanos que hasta entonces sólo habían movido la relativamente inofensiva y barata marihuana a través de la frontera norte. Este cambio fue clave para la evolución del narco en México como industria, ya que pasó de ser un negocio que manejaba unos cuantos millones al año a uno que movía billones de dólares.

La influencia de Estados Unidos fue más allá de cerrar el paso marítimo hacía Florida. Periodistas e investigadores especializados en el tema, aseguran que durante la década de los 80 el gobierno de Ronald Reagan preparó un plan similar al Irán-Contra (se le vendieron de manera ilegal armas a Irán, y lo ganado se utilizó para financiar a los Contras, guerrilleros golpistas en Nicaragua). En el caso mexicano en vez de armas eran drogas, el gobierno norteamericano habría facilitado el trasiego de cocaína de Colombia a Estados Unidos a través de México, y las ganancias se reinvirtieron en la supuesta lucha anticomunista de Latinoamérica.

El reinado de Juan IIEs en esta época de la historia del cártel que Juan García Ábrego, sobrino del fundador, comenzó a influir en las operaciones del grupo, e introdujo una serie de innovaciones que lo convertirían en la primera empresa formal, hecha y derecha del narcotráfico mexicano.Para los 80 García Ábrego rápidamente se dio cuenta que la cocaína era un negocio mucho más lucrativo que la marihuana y comenzó a mover grandes cantidades hacia Estados Unidos. Como en muchos otros capítulos de la historia del Siglo XX, sin la intervención del gobierno de Estados Unidos muchas cosas no hubieran pasado. Los norteamericanos cerraron con fuerza la ruta que los colombianos habían utilizado hasta entonces para meter cocaína a través de las costas de Florida, lo que los obligó a acudir con los narcos mexicanos que hasta entonces sólo habían movido la relativamente inofensiva y barata marihuana a través de la frontera norte. Este cambio fue clave para la evolución del narco en México como industria, ya que pasó de ser un negocio que manejaba unos cuantos millones al año a uno que movía billones de dólares.La influencia de Estados Unidos fue más allá de cerrar el paso marítimo hacía Florida. Periodistas e investigadores especializados en el tema, aseguran que durante la década de los 80 el gobierno de Ronald Reagan preparó un plan similar al Irán-Contra (se le vendieron de manera ilegal armas a Irán, y lo ganado se utilizó para financiar a los Contras, guerrilleros golpistas en Nicaragua). En el caso mexicano en vez de armas eran drogas, el gobierno norteamericano habría facilitado el trasiego de cocaína de Colombia a Estados Unidos a través de México, y las ganancias se reinvirtieron en la supuesta lucha anticomunista de Latinoamérica.Juan García Ábrego, actualmente en prisión en Estados Unidos.

Más dinero no sólo significa más mansiones de mal gusto y más AK47 de oro. La diferencia entre millones y billones es la diferencia entre comprar policías y comprar gobernadores; entre 100 muertos en un año y 100 muertos en un día. El dinero del narco que empezó a fluir en los años 80 cambiaría para siempre el panorama político, social y económico de México.

Hoy se calcula que el narco mexicano mueve cada año alrededor de 50 mil millones de dólares, es decir más del doble de lo que ingresa al país por concepto de remesas de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos.

Juan Nepomuceno se dio un lujo que pocos capos han podido darse: se retiró. Su sobrino Juan García Ábrego tomó el control de la organización en una época del narco en que aún había buenas relaciones entre cárteles, y en realidad sólo había dos organizaciones formales: el Cartel del Golfo, que controlaba Tamaulipas y estaba comandado por García Abrego y su hermano; y lo que en ese entonces se conocía como el Cártel de Guadalajara, integrado por un puñado de sinaloenses que con los años se harían legendarios: Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca, Rafael Caro Quintero, el güero Palma, los hermanos Arellano Félix, y el mayo Zambada, entre otros capos que en ese entonces eran menores, entre ellos uno chaparrito y brutal conocido como El Chapo Guzmán.

Estás dos grandes organizaciones coexistieron en relativa paz, entre ellos y con el gobierno, durante la década de los 80, aunque existían pleitos internos no había las peleas por plazas que se desataron en los siguientes veintes años, ni hablar de las escenas de horror que protagonizarían los narcos a partir del calderonismo. Sin embargo, un homicidio en 1985 mandó todo el equilibrio y la paz con el gobierno al traste.

El caso Camarena

En 1984, unos 450 elementos del Ejército Mexicano destruyeron una plantación de 1000 hectáreas en un rancho llamado El Búfalo, que se calcula producía anualmente unos 8 mil millones de dólares (de 1984). Era la joya de la corona del sanguinario Rafael Caro Quintero, importante capo del cártel de Guadalajara.

Informantes en el consulado de Estados Unidos avisaron al cártel que el responsable de filtrar la información había sido el agente de la DEA Enrique Kiki Camarena, a quien Caro Quintero y su socio Don Neto mandaron secuestrar para darle un susto.

Uno de los líderes del Cártel de Guadalajara, Ernesto Fonseca Carrillo "Don Neto".Foto cortesía El Universal.

Según la versión oficial, a Caro Quintero, furioso, “se le pasó la mano” y terminó matando a Camarena. Un gravísimo error de cálculo. La respuesta del Gobierno de México, bajo la presión de los norteamericanos, fue brutal. Para 1989 todos los grandes líderes del grupo criminal de Guadalajara estaban tras las rejas. Otra versión más reciente apunta a la CIA como responsable real del crimen.

El vacío de poder dejado por la vieja guardia (Félix Gallardo, Don Neto, Juan N. Guerra), provocó una escalada en la violencia. Ya en los 90 Guzmán Loera y los hermanos Arellano Félix protagonizaron batallas campales dignas de la guerra de los dos miles.

Mientras tanto Juan García Ábrego, jefe del Golfo desde los 80, siguió consolidando su negocio gracias a su alianza con el Cártel de Cali, con quienes logró un histórico acuerdo: en lugar de los $1,500 dólares por kilo que los colombianos pagaban, García Ábrego consiguió que le dieran el 50% de cada tabique de coca que cruzara la frontera. El trato venía con una condición grande: el Golfo tendría que garantizar todo el cargamento. Es decir, sin importar lo que pasara ellos serían responsables de la mercancía. Aún si la DEA los detenía o si caía un rayo que incendiara el cargamento, García Ábrego tendría que pagarlo.

Durante la década de los 90 la organización bajo el mando de García Ábrego crecería como la mala hierba. Los tentáculos del capo en 1993 infiltraron la estructura de la ley en México, con subprocuradores, comandantes y generales en la nómina del capo. Se supo, por ejemplo, que el entonces jefe de la Policía Judicial Federal recibía un millón de dólares al mes, uno de sus subalternos recibía medio millón, y el jefe de la PGR para la zona norte del país cobraba 1.5 millones de dólares al mes.

García Ábrego no se limitó a México, su poder alcanzó hasta al todopoderoso gobierno de Estados Unidos. Durante los 80 utilizó autobuses del Servicio de Naturalización e Inmigración para mover cocaína a través de la frontera, también utilizó camiones de la Guardia Nacional de Texas para mover mercancía dentro del estado. Se supo de un agente del FBI que pudo haber estado en la nómina de García Ábrego y que sospechosamente fue “jubilado” antes de tiempo.

Por desgracia para el capo, ni todo el dinero del narco puede comprar una certificación de Estados Unidos. Se cree que la captura del jefe del Cártel del Golfo en enero de 1996 tuvo que ver con presiones de la Casa Blanca, que exigió a México la cabeza de Juan García Ábrego, a cambio de una certificación de socio comercial extendida por el Departamento de Justicia. El jefe criminal fue enviado de inmediato a Estados Unidos, país de donde es ciudadano, donde fue condenado a múltiples cadenas perpetuas y donde actualmente sigue encarcelado.

El caos de Osiel

Tras la detención de quien hasta entonces fuera el jefe de jefes, el control de la organización fue tomado por Osiel Cárdenas Guillén y Salvador Gómez Herrera. Compartir el poder no estaba entre las cualidades de Osiel, por lo que un par de años después asesinó a Gómez Herrera y se convirtió en el único líder del grupo, ganándose el apodo de “El Mata Amigos”.

Osiel Cárdenas Guillén cuando fue detenido.

La administración de Cárdenas Guillén estuvo caracterizada por conflictos internos y problemas con otros líderes, por lo que el nuevo jefe decidió que necesitaba un músculo adecuado para asegurar su posición en el juego de ajedrez que es el narcotráfico en México; además, los conflictos con el Cártel de Sinaloa seguían escalando.

Así como el homicidio de Kiki Camarena cambio toda la estructura del negocio del narco en los ochenta, y la caída de los grandes grupos colombianos cimbró el negocio en los 90, la estrategia de Cárdenas Guillén tendría un efecto igual de irremediable.

En 1999 el líder del Golfo se acercó a un joven soldado de fuerzas especiales del Ejército Mexicano llamado Arturo Guzmán Decena y lo invitó a encabezar un nuevo grupo que se convertiría en el brazo armado del Cártel del Golfo. Guzmán Decena accedió y rápidamente reclutó a 30 desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), unidad élite del Ejército con elementos entrenados en Estados Unidos, Israel y Francia.

El pequeño ejército del Golfo adoptó el nombre de Los Zetas, y con ellos inició una especie de carrera armamentistas entre cárteles. Los pintorescos pistoleros del narco que diez años atrás usaban botas y sombrero y que no habían terminado la primaria, en el nuevo siglo habían cambiado la camioneta de caja por la Suburban blindada, los sombreros por pasamontañas, las camisas por chalecos antibalas y las pistolas por lanzagranadas. La mayoría eran soldados desertores de tropas especiales. La nueva era de la violencia dio inicio con el foxismo y su padre fue Osiel Cárdenas Guillen. Como los rusos y los americanos descubrieron unas décadas antes, eventualmente necesitas usar todas esas armas que tienes apiladas.

Reciente captura de Omar Treviño Morales conocido como “El Z-42″, uno de los últimos lideres de “Los Zetas”.

Hay una anécdota que describe lo que para algunos selló la suerte del capo. El mismo año que consolida su poder con la creación de Los Zetas, en la ciudad de Matamoros, centro de operaciones, hogar y cuna del histórico cártel, dos agentes federales estadounidenses, uno del FBI y otro de la DEA, paseaban por la ciudad acompañados de un periodista local. El tamaulipeco les señala las bien conocidas rutas del cártel, las casas de los líderes, también conocidas por todos los locales, y la residencia del propio Cárdenas.

En algún punto del tour, la Ford Bronco de los federales se vio rodeada por media docena de camionetas tripuladas por sicarios de Osiel. Los hombres demandan que les entreguen al informante; los agentes se niegan. De pronto llegó una camioneta Cherokee blanca de la que desciende Osiel Cárdenas empuñando un cuerno de chivo (AK 47) chapeado en oro. Golpea la camioneta y con calma les informa que si no entregan al periodista, los va a matar a todos. El agente del FBI saca su placa y le sonríe al capo desde el interior de su vehículo, quien responde asegurando que no le importa quienes sean, igual los va a matar. “Quizá no te importe ahora” le responde, “pero mañana, y al día siguiente, y el resto de tu vida te vas a arrepentir de cualquier estupidez que hagas en este momento. Estás por conseguirte a 300,000 enemigos”, advirtió el agente.

Lo que hicieron después, según la narración de los agentes, fue recordarle al capo el caso de Kiki Camarena y la presión que la DEA ejerció durante años para que México capturara hasta al último involucrado en el caso. Los sicarios los dejaron ir.

El reinado de Cárdenas Guillen no fue longevo. En 2003 fue detenido por personal del Ejército Mexicano en Matamoros, Tamaulipas, cuna de la organización. El capo siguió comandando desde el Penal de Puente Grande, hasta que en 2005 le dieron lo que los narcos mexicanos llaman un destino peor que la muerte: su extradición a Estados Unidos.

La rebelión de Los Zetas

Con su salida del país, la estructura del grupo de nuevo se tambalea. La corona del Golfo se balanceaba encima de tres cabezas: por un lado estaba el hermano de Osiel, Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, mejor conocido como Tony Tormenta; a su nivel se encuentra también Jorge Eduardo Costilla Sánchez, el Coss, miembro de la misma facción y con quien Tony posteriormente compartirá el poder. El problema, algunos especialistas creen, es el tercer candidato, Heriberto Lazcano Lazcano, líder del ejército privado del cártel: Los Zetas.

Como tiende a suceder cuando se crean ejércitos privados, Los Zetas, integrados apenas seis años atrás, se convirtieron con rapidez en un grupo sumamente efectivo pero con una creciente autonomía.

En 2010 la relación Los Zetas-Cártel del Golfo termina por estallar: los paramilitares se independizan. Hay más de una versión para explicar la ruptura, pero una de las más aceptadas es que el Golfo, con la salida de Osiel, hizo una alianza con sus rivales históricos, el Cártel de Sinaloa del Chapo Guzmán, situación que Los Zetas encontraron inaceptable.

Otra versión indica que el brazo armado estaba fuera de control y los líderes del Golfo no aprobaban los secuestros, extorsiones y asesinatos de civiles en las plazas que controlaban. Lo que haya sido, lo cierto es que la guerra que se desató a partir de 2010 en la región dio fruto a algunas de las escenas más aterradoras del conflicto del narco mexicano.

Tony Tormenta, el hermano de Osiel, le haría honor a su nombre en noviembre de 2010, el día que murió sepultado por una lluvia de balas de la Marina en la capital del Cártel del Golfo, Matamoros Tamaulipas.

En el operativo participaron más de 600 marinos, 17 vehículos militares y tres helicópteros. El tiroteo empezó a las 10 de la mañana cuando los militares rodearon la casa de Tony. Sus sicarios repelieron el ataque con granadas, más de 300, se reportó. Los francotiradores apostados en las azoteas atacaron a los marinos. La cifra oficial dada a conocer por el Gobierno fue de 10 muertos. Los números que manejan los tamaulipecos que estuvieron presentes: entre 50 y 100 muertos de ambos bandos.

La batalla por Tony Tormenta en Matamoros, reportes no oficiales indican que hubo de 50 a 100 muertos.

El tiroteo duró ocho horas, aunque sería más apropiado llamarlo batalla. Tamaulipas vio lo que significaba una verdadera guerra. Fue una imagen imborrable del cambio de época. El Cartel del Golfo pasó de transportar marihuana por una reducida franja de la frontera, a combatir de manera abierta a la Marina.

El presente

Hoy el más antiguo de los Cárteles sigue operando, aunque dividido y con problemas de liderazgo. La corona del grupo ha pasado por varias cabezas en los últimos años. En 2013 Mario Ramírez Treviño, quien llegó a tomar la cabeza del grupo después de la captura de El Coss, fue detenido por el Ejército y la Marina.

Ramírez Treviño estuvo frente al cártel menos de un año. Su caída, se especula, abrió el paso a Homero Cárdenas Guillen (El Orejón o El Majadero), hermano de Tony y Osiel, sin embargo la división entre las facciones dentro del cártel no permitieron una ascensión pacífica. Tres meses después de la captura de Ramírez Treviño, una facción conocida como Los Metros entró a Matamoros para disputarle el reinado a Los Ciclones, la facción de Homero Cárdenas Guillén. Finalmente en marzo de 2014 corrió un rumor de que El Orejón había muerto de un paro cardiaco en Monterrey.

El 17 de abril pasado las fuerzas federales lograron detener en Reynosa, aparente nueva capital del Cártel del Golfo, a José Hugo Rodríguez Sánchez “El Gafe”, presunto líder máximo del cártel. Su detención desató una serie de contrataques por parte del grupo criminal y los narcobloqueos que azotaron la región en días recientes.

El último capo del Cartel del Golfo detenido, José Hugo Rodríguez Sánchez, alias “El Gafe”.

El legendario Cártel del Golfo, el que hizo crecer Juan García Ábrego y de donde saldrían las grandes innovaciones que a partir de los 90 le darían a México el dudoso honor de liderar el mercado del narcotráfico en América, está hoy dividido y debilitado. Irreconocible del grupo que le tocó ver a Juan Nepomuceno, aquel viejo que se dio el lujo de jubilarse en una industria donde la mayoría salen con los pies por delante, y que hasta poco antes de su muerte podía ser visitado en su restaurante de Matamoros, el “Piedras Negras”. “Vaya a hablar con el Presidente, o con algún General”, le habría respondido entre risas a un reportero de la PBS de Estados Unidos a finales de los 90. El reportero le preguntaba si había sido un señor del narcotráfico: “Yo sólo soy un ciudadano normal”, le dijo el viejo.

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