Era una decisión que se veía venir. Cuando el Banco de México decidió modificar el calendario de sus juntas para observar primero los anuncios de la FED, para la mayoría de los analistas quedó claro que Agustín Carstens subiría la tasa de interés en sintonía con los Estados Unidos.
Y eso fue lo que pasó. Esta mañana, a través de un comunicado, la Junta de Gobierno del Banxico informó –un día después del anuncio de Janet Yellen- que acompañaría la decisión de aumentar la tasa de interés interbancaria en 25 puntos base para México, colocándola en 3.25%.
“La FED recién incrementó su tasa de política monetaria, como era ampliamente esperado, y señaló que los incrementos subsecuentes serán graduales y continuarán dependiendo de la evolución observada y esperada del mercado laboral y de la inflación”, señala el comunicado de Banco de México, mostrando cuál fue el principal motivo para mover la tasa.
De hecho, el análisis que hace Carstens es que para los próximo años la inflación seguiría baja, contradiciendo el manual básico que asegura que la tasa de interés debe elevarse cuando la inflación comienza a presionar.
“Se anticipa que la inflación general como subyacentes cierren en 2015 en aproximadamente 2 por cierto. Para 2016, se estima que ambas medidas de inflación registren incrementos, ubicándose en niveles cercanos al 3 por cierto, y que en 2017 ambos indicadores se estabilicen en dicho nivel”, afirma el Banxico.
Y agregan: “Pese a que el escenario sobre el comportamiento de la inflación es congruente con la consolidación de su objetivo permanente al 3 por ciento, la Junta de Gobierno ha decidido incrementar la Tasa de Interés. Esto en respuesta la incremento de 25 puntos base de la Reserva Federal de Estados Unidos”.
Pero, ¿por qué se decidió seguir la misma polítca, si la inflación no presiona y el movimiento de la tasa de interés puede ponerle un freno al ya magro crecimiento económico?
Sucede que para Carstens, como para muchos otros analistas, de no mantener la ventaja comparativa en los niveles de tasas entre ambos países, la salida de dólares hacia los Estados Unidos generaría todavía más depreciación del peso.
“Ahí sí se podría afectar a las expectativas inflacionarias”, explicaban economistas a LPO. Con un dólar por encima de los 18 pesos, sería más difícil que no haya traslados a precios de consumidores.
Por favor no corte ni pegue en la web nuestras notas, tiene la posibilidad de redistribuirlas usando nuestras herramientas.