Miguel Ángel Mancera eligió, una vez más, desconocer el mensaje de las urnas. Como hizo en 2015, el jefe de Gobierno desconoció su derrota y atribuyó los resultados a la división de la izquierda. Nada dijo sobre los 5 puntos que le sacó Morena, ni sobre el bajo interés que generó su proyecto de Constitución.

La estrategia de Mancera fue salir a dar una entrevista corta y cómoda, para luego guardase. De hecho, ya informó que no pondrá ninguna actividad en el día de hoy en su agenda. Evitará así un contacto más directo con los medios, que ya lo calificaron como uno de los grandes perdedores de la jornada electoral.

“No diría que ya no hay presencia del PRD en la Ciudad de México, las fuerzas están casi empatadas. Es una división propia de la composición y de la suma que antes de daba directa. El sello, ahora dividido, te da la cifra que tienes”, dijo con una clara pirueta verbal para no reconocer su derrota.

El jefe de Gobierno se ilusiona con avanzar de todos modos con su Constitución, iniciativa que -cree- lo dejará en una buena posición para lanzar su candidatura presidencial. Desconociendo entonces que sólo un 28% de los capitalinos se movilizó por esta constituyente.

Con este plan de no admitir la derrota, Mancera se diferencia de otros líderes políticos, como Manlio Fabio Beltrones -el otro gran derrotado- quien sí acusó el golpe recibido por el PRI y habló de comenzar un proceso de cambios al interior del partido.