El inesperado éxito logrado ayer por el PAN en las elecciones dará que hablar de aquí hasta 2018. Es que, de forma sorpresiva para muchos, el partido que dirige Ricardo Anaya pudo lograr siete gubernaturas solos y en alianza con el PRD, mucho más de lo que indicaban las especulaciones previas.
De esta manera, no sólo debilitó al PRI de Manlio Fabio Beltrones. Al mismo tiempo, fortaleció la opción perredista de haber ido de la mano con ellos a Veracruz, Quintana Roo, Oaxaca, Durango y Zacatecas, habiendo ganado en tres de las más importantes.
En términos políticos, eso significa para el blanquiazul un fortalecimiento de su partido. Y para el PRD, un acierto estratégico que refuerza la necesidad de las tan criticadas alianzas encabezadas por el presidente nacional del Sol Azteca, Agustín Basave, y la corriente de "Los Chuchos".
Por consiguiente, para quienes, como el coordinador de la bancada perredista en el Senado, Miguel Barbosa, se opusieron desde un principio y de manera rotunda a la política de alianzas, será difícil demostrar que no han perdido fuerzas tras la jornada electoral de ayer.
Es que Barbosa no sólo ha manifestado su rechazo total a la unión de su partido con el PAN, al que ha llegado a llamar "contra natura" y ha tildado de llevar detrás un pacto con el PRI. En época de campaña, el legislador avanzó todavía un poco más allá de su rol en la Cámara Alta y piso suelo político, interviniento en las elecciones de Puebla -de donde es oriundo- para evitar la alianza PAN-PRD y postular, al mismo tiempo, a su propia candidata: Roxana Luna.
Su idea no funcionó: su opción quedó en cuarto lugar, debajo del PRI, el PAn y Morena, y quedó con una cantidad de votos similar a la conseguida por los votos nulos.
Pero no sólo Puebla afectará su figura. También podría hacerlo su reiterado apoyo al jefe de gobierno de la CDMX, Miguel Ángel Mancera, que ayer vivió una rotunda derrota durante las elecciones en la que su tan codiciada reforma constitucional. Con una convocatoria de menos del 28 por ciento de la población y habiendo quedado más de cinco puntos debajo de Morena en las urnas, a Mancera -y quienes lo apoyan- sólo podrá quedarles evidencia que en términos de apoyo popular, ya no hay mucho más por comprobar.
Mancera volvió a perder en su propia casa y de un golpe de knock out, prácticamente queda fuera de toda chance de ser tomado en serio como candidato para una elección presidencial en el 2018.
Entonces ¿influenciará esta situación en el rumbo político que decidirá el coordinador de la bancada en el Senado o simplemente, volverá a apostar a un PRD "independiente" de alianzas, representado por alguien tan polémico como el jefe de gobierno capitalino? Sólo el tiempo -y su pulso estratégico- lo dirán.
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