La elección de  James N. Mattis como secretario de Defensa expone el equilibrio que Donald Trump está buscando en sus relaciones con el mundo. Su designación está en la línea de Nikki Haley (embajadora en la ONU) y de la potencial llegada de Mitt Romney a la Secretaría de Estado. Figuras de corte conservador pero moderados, No son halcones.

De 66 años, Mattis sirvió durante más de cuatro décadas a la marina y es conocido como uno de los líderes militares más influyentes de su generación.  Una vez que decidió retirarse en el 2013 trabajó como consultor y como profesor visitante en la Hoover Institution, un centro de estudios en la Universidad de Stanford.

Sobre el problema del terrorismo que afectó a Europa el año pasado, Mattis ha declarado que el “Islam es el gran problema de seguridad que enfrenta Estados Unidos”. También ha comentado que Washington carece de una estrategia global en Oriente Medio, por lo que ha actuado de manera individual en cada país.

A diferencia de otros figuras que sonaban para su cargo, Mattis cree que se debe revisar el pacto nuclear con Irán en lugar de darlo todo de baja.

El dato a considerar es que Mattis ha observado con preocupación las ambiciones expansionistas de Rusia en el Báltico y en Medio Oriente. Tiene una retórica muy crítica del gobierno de Vladimir Putin que es el gran aliado  - junto a Israel - que tendrá Trump al inicio de su administración.