Finalmente ocurrió, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos asesinó la neutralidad en internet. Durante décadas, el internet creció y triunfó bajo la premisa de que funciona como una tubería de agua, que a la hora de girar la llave el flujo sale sin distinción de quién la está girando, hoy, por lo menos en Estados Unidos, esa era llegó a su fin.

Durante la presidencia de Barack Obama el panorama de la industria cambió radicalmente. De pronto lo que había sido una división muy clara entre dos tipos de empresas -lo proveedores de internet y los generadores de contenido-se nubló cuando unos empezaron a invertir en las arenas de los otros. El temor era que empresas como AT&T dieran preferencia de velocidad a sus propias compañías de contenido, que son Warner Bros., HBO, CNN, entre otras, y castigaran la velocidad de sus competidores, como Netflix.

La comisión votó por remover tres de las reglas más importantes para el correcto funcionamiento de la web: no bloquear, no reducir la velocidad de los contenidos, y no ofrecer mayor velocidad a los sitios web a cambio de una tarifa extra

La respuesta del entonces mandatarios fue crear una serie de reglas a través de la FCC que forzaban la neutralidad y no permitían que ningún proveedor de internet bloqueara páginas o redujera la velocidad de acceso a ningún sitio o servicio web. Hoy Ajit Pei, el presidente de la comisión nombrado por Donald Trump, acabó con las regulaciones.

La comisión votó por remover tres de las reglas más importantes para el correcto funcionamiento de la web: no bloquear, no reducir la velocidad de los contenidos, y no ofrecer mayor velocidad a los sitios web a cambio de una tarifa extra. Es decir, esto abre la puerta a que los proveedores ofrezcan paquetes de velocidad incluso a sus propios clientes, o directamente a los proveedores de contenido. Por ejemplo, Verizon podría cobrarle una mensualidad a YouTube a cambio de darle buena velocidad a sus videos.

Sin embargo, los proveedores de servicios de internet tendrán que reportas sus prácticas ante la FCC, el problema es que, de acuerdo con los especialistas, y similar a lo que ocurre en México, se trata de una agencia sin colmillos y sin la capacidad de regular un mercado tan grande como el de las comunicaciones. De igual modo el Departamento de Justicia podrá seguir persiguiendo prácticas injustas o que considere monopólicos.

En Portugal ya existe un panorama similar, y los proveedores de internet ofrecen paquetes de diferentes costos. El básico, por ejemplo, incluye sólo Facebook y redes sociales, por un extra te permiten navegar en YouTube y Netflix, etc.

El otro asunto preocupante es que también abre la puerta para que las compañías censuren contenido que no les parezca o que les perjudique. Si un diario publica notas contra las prácticas de una telefónica, por ejemplo, dicha empresa tendría la capacidad de bloquear el acceso a las historias que no quiera que sus clientes lean. Lo mismo podría ocurrir en el plano político. Amazon, por ejemplo, es dueña del Washington Post, uno de los diarios que más crítico ha sido con la administración de Trump. La falta de regulación permitiría que una empresa proveedora que esté aliada o simpatice con la agenda presidencial bloquee a sus usuarios de acceder al periódico en internet.

La decisión seguramente será contendida en las cortes por parte de empresas y grupos civiles, y lo más probable es que el Congreso decida legislar en la materia para acabar con el debate.