Ayer diversos medios reportaron que Donald Trump decidió, en contra de las recomendaciones especÃficas de su equipo de seguridad nacional, felicitar a Vladimir Putin por tu aplastante triunfo de 72% en las más recientes elecciones rusas.
Al parecer, en las notas que le dieron al presidente incluyeron en mayúsculas el recordatorio de "NO FELICITAR" a Putin. Sin embargo, en cuanto inició la llamada con su contraparte fue lo primero que el mandatario estadounidense hizo.
Hoy, una fuente al interior de la administración reportó a CNN que el presidente estaba furioso por la filtración, y que habÃa interrogado a sus colaboradores sobre quién podÃa haber sido el que dio el pitazo, y es que no son muchos los funcionarios que tienen acceso a las notas que utiliza el presidente.
El episodio, según las fuentes, enfureció también al jefe de gabinete John Kelly, quien ha intentado llevar disciplina y orden a una caótica Casa Blanca, caracterizada desde el dÃa 1 por las guerras intestinas y las filtraciones a la prensa.
"Si esta historia es correcta, eso significa que alguien filtró los documentos del presidente. Filtrar dicha información es una ofensa que amerita el despido y posiblemente sea ilegal", declaró un funcionario anónimo.
El caso desató numerosos debates en Twitter. Uno de los más notables ocurrió entre Jon Lovett, ex funcionario de la administración Obama y una de las voces mediáticas más influyentes de los progresistas en la era Trump, y el analista y ex funcionario Tom Nichols.
Lovett describió el alud de filtraciones, inusual en cualquier otra presidencia, "casi como una respuesta inmune a un presidente inusualmente maligno".
Hemos visto filtraciones muy inusuales de esta administración, casi como una respuesta inmune a un presidente inusualmente maligno. Las filtraciones no son el problema.
Nichols, quien por cierto no es fan de Trump, dijo que todo lÃder tiene derecho a contar con comunicaciones confidenciales con su staff.
Todo lÃder polÃtico tiene derecho a comunicaciones confidenciales con sus asistentes. Él sigue siendo el presidente hasta que los votantes o el Senado digan que ya no lo es.
Para Lovett y otros, los funcionarios de la Casa Blanca trabajan para el pueblo de Estados Unidos y no para Trump. "No es un derecho. Es un privilegio", reviró.
La conducta inusual de Trump está llevando a filtraciones inusuales. Que alguien pueda señalar que puede ser un precedente para el futuro no lo hace correcto entonces ni incorrecto ahora.
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