Octavio Romero viene desarrollando una actividad intensa y acorde a su futuro destino como director general de Pemex en el gobierno de su amigo Andrés Manuel López Obrador. Desde la semana pasada se entrevista con directivos actuales y de gestiones anteriores para explorar si estos pueden tener lugar en su organigrama.
Todos los profesionales con los cuáles ha conversado están ligados al negocio petrolero lo cual da cuenta de que pretende conformar un staff que pueda aportar la capacidad y el conocimiento del negocio que él no tiene. Hay que recordar que Romero Oropeza es un hombre de profunda amistad y confianza con AMLO, pero sin ningún expertise en el sector energético, dato que no deja feliz a gran parte del universo empresarial.
En esos encuentros con posibles colaboradores, Romero aporta algunas definiciones trascendentes. En primer lugar asegura tener en claro que su designación más importante es la del director financiero, algo que conversó en su primer encuentro con Carlos Treviño. Romero tiene el desafÃo inicial de una deuda monumental y en paralelo de lograr que las calificadoras no le bajen la nota crediticia a la compañÃa. Para el futuro director este cargo está por encima de Producción y Exploración, Refinados o PetroquÃmica.
El segundo aspecto a destacar es que avisa que su jefe directo es AMLO y que Rocio Nahle, futura secretaria de EnergÃa, no tendrá injerencia alguna en sus determinaciones. Dato a considerar porque el comentario general es que Nahle al menos intentarÃa colocar dos directores en la empresa productiva del Estado.
Finalmente, Romero ha encargado la elaboración de un sistema de control inspirado en las prácticas de las grandes petroleras internacionales. Esa cuestión lo obnubila porque igual que en el caso de Manuel Bartlett en CFE, Romero entiende que su primera meta en asegurar que no haya corrupción en la compañÃa.
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