El 29 de junio Alexandria Ocasio-Cortez hizo historia cuando ganó la nominación demócrata para contender por la curul del distrito 14 de Nueva York. Al ganar la primaria en su distrito, la neoyorkina de origen puertorriqueño de 28 años no derrotó a un republicano, sino a Joe Crowley, quizás el segundo demócrata más influyente en la Asamblea de Representantes, que no habÃa tenido un contendiente interno desde 2004 y que se perfilaba para reemplazar a Nancy Pelosi al frente de la bancada. Incluso su nombre sonaba fuerte para presidente de la Cámara Baja si los demócratas arrebatan la mayorÃa a los republicanos.
Ocasio le arrebató la curul a uno de los hombres más poderosos de su partido, aunque algunos ahà hacen la distinción: el Partido Demócrata del establishment centrista de Crowley, Clinton y Obama, no es el mismo que el de Ocasio-Cortez. AOC pertenece al Partido Demócrata de Bernie Sanders, excandidato presidencial que en 2016 casi le gana a Hillary la bandera del partido y que fue el primer candidato serio en la historia reciente de EU que asumió con orgullo y públicamente el tÃtulo de "socialista". De hecho, Ocasio-Cortez trabajó en la campaña presidencial del senador de Vermont antes de saltar al ruedo por sà misma.
La diferencia en las propuestas no es muy grande, pero sà profunda, y el avance de los progresistas está teniendo un impacto innegable en la plataforma nacional del partido. El principal punto que defienden los sanderistas es "Medicare para todos", y está siendo tan popular que incluso los candidatos del establishment lo están adoptando.
Medicare es un sistema de salud público que por el momento sólo beneficia a ciudadanos de 65 años o más que hayan cubierto sus cuotas durante varios años. La propuesta de los progresistas es que todos los ciudadanos, sin importar edad, tengan acceso al programa. Es decir, algo muy similar a un sistema de salud universal, una conquista de polÃtica pública que los demócratas han perseguido desde los años 50 y que los conservadores han frenado con el discurso de la libertad y de mantener al Gobierno fuera del sistema de salud. El esfuerzo más reciente fue el Obamacare de Barack Obama, que es una especie de versión lite de este sistema.
"Creo que sà hay cierta división y pelea al interior del partido. Hay quienes quieren llevar al partido hacia un lado y quienes quieren mantener el partido donde está", dice a LPO un operador polÃtico demócrata con varios años de experiencia elecciones locales y nacionales. "Hay divisiones, pero al mismo tiempo hemos notado que hay un entusiasmo en los votantes que sobrepasa nuestras diferencias".
El mensaje de los socialistas tuvo tal relevancia que incluso Barack Obama abogó por Medicare universal en su primer discurso polÃtico desde que dejó la Casa Blanca. Pero la diferencia que más divide a los bandos es la de acabar con ICE, la policÃa migratoria que bajo la administración actual ha escalado el número de deportados. El bando de Ocasio-Cortez exige que la agencia sea eliminada por sus prácticas anti migratorias.
"Mi opinión es que abolir ICE no es viable", dice el operador. "Aún si lo logras, todavÃa tienes a Trump en la Casa Blanca y su agenda anti migratoria. No es realista pensarlo asÃ. Quizás apoyarÃa que se reforme a ICE. Tienes una cultura anti migratoria que no va a cambiar a menos que llegues al poder".
Es tentador comparar la situación por la que atraviesan los demócratas este año con la que vivieron los republicanos en 2010. Después del arrollador triunfo de Barack Obama, el sector más radical del Partido Republicano despertó con furia contra lo que veÃan como el establishment centrista del partido, gente como los Bush o John McCain, a quienes acusaron de ser RINOs (Republicanos Sólo en Nombre), aliados de los demócratas y responsables del asenso de Obama. Lo que siguió fue el llamado Tea Party, movimiento de corte libertario-conservador que, financiado por los multimillonarios hermanos Koch, impulsó a cientos de candidatos para las elecciones de medio término para el Congreso nacional y los congresos locales.
Esos legisladores con una agenda antiprogresista, anti regulatoria y promercado, se unieron en una sub bancada que bautizaron como el Freedom Caucus. Desde entonces la bancada de la libertad ha provocado innumerables dolores de cabeza al resto de la clase polÃtica. Su guerra no es sólo contra los demócratas, sino contra los republicanos moderados. Es imposible imaginar el triunfo populista de Donald Trump en 2016 sin el alzamiento del Tea Party de 2010. IronÃa: las polÃticas proteccionistas de Trump le están costando cientos de millones de dólares a los Koch.
"En lo que sà estamos de acuerdo los dos bandos es que aquà el peligro es que los republicanos controlen todo el Gobierno otros dos años", dice el operador. "Tenemos que pensar en la elección dentro de dos años y el peligro de que Trump se reelija. En eso estamos de acuerdo. A veces tenemos pleitos y discusiones entre familia, pero al final tenemos el mismo objetivo".
El argumento centrista del establishment demócrata es que un candidato moderado puede atraer votos republicanos y data por lo menos de los años noventa y el triunfo de Bill Clinton. Los socialistas sostienen que justo fue el adoptar una posición de centro lo que les costó la elección de 2016, cuando los ciudadanos querÃan cambio y un candidato antisistema. Lo que ofrecieron los demócratas fue a Hillary Clinton, ex primera dama, ex secretaria de Estado, y ex senadora de EU. Más establishment no podÃa ser.
El insider del partido, al igual que otros representantes del establishment demócrata, asegura que progresistas como Sanders y Ocasio-Cortez exageran la situación y escogen ignorar los costos de inclinarse a la izquierda.
"Los llamados al cambio son en ocasiones exagerados, y la principal preocupación es perder votos. Entre más se vaya hacia la izquierda el partido, vas a perder a más gente en el medio. No todos los votantes son de extrema derecha o extrema izquierda, muchos están en el medio. Los extremos alienan a estos votantes de mitad del camino", explica. "Además de que polÃticamente es una agenda que con frecuencia resulta en una parálisis legislativa en el Congreso".
El triunfo de Trump en estados tradicionalmente demócratas como Michigan, termina por puntualizar el argumento: Los ciudadanos perjudicados por la globalización y los tratados comerciales--la clase obrera--no buscaban un mensaje de continuidad, sino uno de cambio.
Sin embargo, la fuente rechaza que el centrismo de Hillary haya sido lo que les costó la elección contra uno de los candidatos más controversiales de la historia.
"No creo que haya sido eso", explica. "Tal vez el bagaje que traÃa Hillary no ayudó, pero esta iba a ser una elección diferente sin importar quién fuera el candidato demócrata. Entonces tienes a alguien como Trump que representaba una opción diferente. Yo estuve en uno de los estados de batalla, y si no hubiera sido por la carta de [el entonces director del FBI James] Comey, Hillary hubiera ganado cómodamente. Pero la carta dio la impresión de que ella formaba parte de ese sistema corrupto".
Semanas antes de la elección, Comey envió una carta abierta al Congreso donde informó que el FBI habÃa abierto otra vez la investigación sobre el posible uso inapropiado de un servidor privado de correo electrónico por parte de Clinton cuando era secretaria de Estado. Para muchos, fue la carta lo que terminó por enterrar las posibilidades de la candidata.
A pesar de las divisiones al interior del partido, y de que ya le costaron la curul a uno de los lÃderes demócratas de Nueva York, los demócratas saben que se trata de una elección especial y que hay un nivel de entusiasmo que no se veÃa desde la primera campaña de Barack Obama en 2008.
Algunas casas encuestadoras reportan un incremento en la participación de hasta 78% con respecto a los demócratas que votaron en 2014 en las elecciones de medio término. En total, el voto demócrata representó el 53% de todos los votos emitidos esta temporada en las elecciones primarias.
Para los optimistas se trata de señales inequÃvocas de que viene una ola azul que arrasará con la Asamblea, y si los astros se alinean tal vez la Cámara Alta cambie de manos.
"El Senado es un tanto inescrutable. Hay mucha oportunidad en Nevada y Arizona, estamos optimistas. También en Tennessee donde un exgobernador está compitiendo por el Senado. Igual en Mississippi, y lo que está ocurriendo en Texas con Beto O´Rourke es increÃble".
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